La razón práctica tiene por fin dirigir la acción práctica del sujeto. En ese sentido se dice que el objeto de la razón práctica es la «verdad práctica», que es lo mismo que decir que es el bien en cuanto cognoscible. El bien a realizar por el sujeto es algo contingente porque puede ser de otro modo, precisamente porque el sujeto debe «hacerlo» y no está ya dado.
En el ejemplo que venimos citando, de Juan que ha robado una cartera, la verdad práctica que nuestra racionalidad puede determinar puede expresarse como «corregir a Juan» o, más concretamente como hemos indicado, «dirigirnos a él con resolución e increparle que debe devolver lo robado». Esta es una verdad que está por hacer. Por ello se dice que es contingente, porque podemos tomar esta decisión u otra, y resolver la situación del robo de otro modo distinto -y tal vez más dramático y exagerado- como llamando a la policía.
En la razón práctica el sujeto «mide» el objeto o la situación porque depende de la razón. Esta última afirmación se comprenderá mejor al explicar las dos dimensiones que presenta la razón práctica:
a) En orden a la producción (poeisis en griego). En este caso, la razón se dirige al saber técnico y artístico que configuran la realidad extra subjetiva y perfeccionan al sujeto en su «saber hacer». Por ejemplo, el zapatero «sabe» hacer zapatos y perfecciona su técnica haciendo zapatos.
b) En orden a la acción moral (praxis). La razón práctica se dirige al obrar moral y perfeccionan al sujeto en cuanto hombre. Se trata de un perfeccionamiento global del sujeto humano, y no se limita a un aspecto, el meramente técnico, de su actividad. Por ejemplo, el hombre que «sabe hacer» actos de justicia y los hace de hecho se vuelve él mismo justo, y por eso se dice con verdad que es «mejor persona» o un «buen hombre», mientras que el pintor que posee el arte de pintar se dice que es «buen artista» pero nada decimos de su valor moral como persona.
En el caso del uso de la racionalidad práctica en orden a la producción la persona «mide» el objeto (zapatos, etc.) con el que perfecciona su «saber hacer». Para el caso del uso de la racionalidad práctica en orden a la acción moral, la persona mide la acción propia de acuerdo con la situación en la que se encuentra y con la idea de persona que quiere ser. No sólo se trata de resolver un problema técnico dado por una acción y una situación, sino de establecer el tipo de persona que se desea ser (justa, injusta, etc.) a través de las propias acciones.
Nota: Las ideas y textos principales de esta sección provienen de: García Cuadrado, José Ángel, Antropología filosófica. Una introducción a la Filosofía del Hombre, Eunsa, 5ta Edición, 2010, p. 81.