Metafísica de la vulnerabilidad y el cuidado

Hay realidades que se revelan en silencio, sin discursos grandilocuentes. La maternidad es una de ellas. En ese espacio íntimo y corporal, donde una vida se acoge y otra se ofrece, se abren caminos para pensar lo humano en toda su hondura. Desde allí —desde el cuerpo que sostiene y el tiempo que cuida— puede nacer una metafísica: la metafísica de la vulnerabilidad y el cuidado.

«La ilusión de autosuficiencia esconde la idea de que la tecnología nos librará de nuestros límites (…). Niega la vulnerabilidad y rompe la base de la dependencia y el cuidado mutuo»

Maternidad como umbral metafísico

La cultura contemporánea habla mucho de autonomía, de libertad individual y de elección. Pero hay un momento —el embarazo— en el que estos lenguajes quedan suspendidos y algo más radical se hace presente. La gestación es un fenómeno que escapa al imaginario liberal que domina nuestras instituciones y nuestras formas de pensar: allí no hay contrato, ni cálculo, ni pacto explícito. Hay, simplemente, un cuerpo que acoge, un tiempo que se dilata y una vida que depende enteramente de otra.

Leah Libresco Sargeant ha mostrado con gran lucidez cómo la maternidad revela una estructura ontológica básica que la modernidad ha tendido a ocultar: todos somos seres recibidos, sostenidos y cuidados antes de poder ejercer cualquier acción en esta vida (Sargeant, 2025). La maternidad no es, por tanto, un estado excepcional o una situación marginal: es un umbral desde el que se deja entrever la arquitectura misma de la existencia humana. La dependencia no es una anomalía que deba corregirse, sino una condición originaria. En la vida intrauterina, la relación entre madre e hijo es absoluta: el niño no sobrevive ni un instante sin el cuerpo materno; la madre, a su vez, experimenta cómo su propio organismo se abre a un otro sin mediaciones. Este entrelazamiento no se puede traducir a categorías de intercambio o utilidad: pertenece a la esfera más profunda del ser.

Aquí se hace visible la necesidad de una metafísica de la vulnerabilidad y el cuidado. No basta con políticas de conciliación ni con debates sobre igualdad laboral: sin un marco ontológico que reconozca la dependencia como constitutiva, cualquier reforma quedará en la superficie. La maternidad es un fenómeno privilegiado para descubrir este marco, porque en ella se entrecruzan cuerpo, tiempo y donación de un modo irreductible a la lógica moderna de la productividad y la autonomía.

Trascendentales: belleza, bondad y verdad en la experiencia materna

Hans Urs von Balthasar sostenía que el ser se da en forma, y que esta forma es bella: la forma bella atrae, conmueve y revela la unidad de verdad y bondad (Balthasar, 1961). Si se observa con atención, la maternidad encarna esta estructura trascendental de manera paradigmática.

La belleza aparece en el gesto silencioso de una mujer que sostiene en su interior la vida de otro; aparece en la transformación corporal, en la espera paciente, en la delicadeza con la que se preparan espacios, palabras y gestos para recibir. Es una belleza que no tiene nada que ver con cánones estéticos externos: es la belleza del ser que se entrega y acoge. Esta forma bella es, al mismo tiempo, verdadera, porque hace visible una dimensión fundamental de la existencia humana que la cultura contemporánea tiende a encubrir: la dependencia mutua. Y es también buena, porque ese mismo acto de acogida funda relaciones, posibilita la continuidad de la vida y orienta la acción hacia el cuidado.

Desde este fenómeno concreto —la maternidad— es posible deducir los trascendentales. No en el sentido de una demostración abstracta, sino en el sentido de que en la experiencia materna la belleza, la bondad y la verdad se manifiestan en unidad inseparable. La metafísica de la vulnerabilidad y el cuidado encuentra aquí su núcleo: el ser humano se da y se recibe en un entramado de relaciones que no son añadidos, sino estructura fundamental de su existencia.

Esta visión contrasta con la narrativa dominante, en la que la dignidad humana se asocia casi exclusivamente con la autonomía y la autosuficiencia. Sargeant critica precisamente este desplazamiento conceptual: en la cultura liberal, la maternidad aparece como un problema que hay que resolver —mediante externalización, tecnología o políticas compensatorias—, en lugar de ser reconocida como lugar originario de sentido (Sargeant, 2025). Recuperar los trascendentales a partir de la maternidad es un modo de volver a situar el cuidado en el centro, no como tema sectorial, sino como clave de lectura de la existencia.

Cuidado y estructuras sociales: Jackson y MacIntyre

Si la maternidad permite vislumbrar la metafísica de la vulnerabilidad y el cuidado en el ámbito íntimo, Tim Jackson ha intentado trasladar esa intuición al nivel estructural. En The Care Economy, propone repensar la economía desde el cuidado, entendiendo por este término todos aquellos patrones repetitivos que sostienen la vida humana y ecológica (Jackson, 2025). Frente a la lógica del crecimiento ilimitado, Jackson sugiere que la prosperidad auténtica solo puede construirse sobre el mantenimiento de los vínculos, de los cuerpos y de los ecosistemas.

Su análisis es agudo, pero tropieza con un límite: al diagnosticar la pérdida de cohesión social, Jackson concluye que la religión ha fracasado en ofrecer un marco común para sostener comunidades de cuidado. Sin embargo, como ha mostrado Alasdair MacIntyre, el problema no está tanto en la religión en sí como en su desfondamiento teleológico en la cultura moderna (MacIntyre, 1981; 1999). Cuando la religión se reduce a sentimiento subjetivo, pierde su fuerza articuladora; pero cuando se entiende como tradición práctica que orienta hacia bienes comunes y virtudes compartidas, ofrece precisamente el horizonte que Jackson echa en falta.

MacIntyre reintroduce con fuerza la idea de que somos animales racionales dependientes, y que de esa condición surge un conjunto de virtudes indispensables, entre ellas la justa generosidad: la disposición estable a dar y recibir con justicia, reconociendo la vulnerabilidad propia y ajena (MacIntyre, 1999). Esta virtud encuentra en la maternidad su expresión más clara: cuidar no es un acto accesorio, sino una participación directa en el bien común de la vida humana. Desde aquí se comprende que el cuidado no es simplemente un conjunto de tareas a organizar, sino una dimensión estructurante de cualquier comunidad humana.

Encubrimiento y técnica

La dificultad de nuestra cultura para pensar en estos términos ha sido analizada con profundidad en la segunda edición de Encubrimiento y verdad: algunos ragos diagnosticos de la sociedad actual (Montoya Camacho y Giménez Amaya, 2025). Vivimos en sociedades que han perfeccionado el arte de mirar sin ver, de hablar sin tocar el fondo de las cosas. Lo esencial se oculta tras capas de discursos técnicos y utilitarios. La dependencia, la vulnerabilidad y el cuidado se vuelven invisibles porque no encajan en las categorías dominantes de valor. El resultado es una estructura institucional que trata estas realidades como residuos: algo que debe ser externalizado, monetizado o gestionado, pero nunca puesto en el centro.

Un fenómeno paralelo se da en el ámbito técnico. En Corporalidad, tecnología y deseo de salvación: apuntes para una antropología de la vulnerabilidad (Montoya Camacho y Giménez Amaya, 2024), se muestra cómo la tecnociencia moderna ha promovido una visión del cuerpo como objeto manipulable, y de la vulnerabilidad como defecto a superar mediante soluciones técnicas. Se alimenta así una ilusión de autosuficiencia que erosiona la experiencia básica del cuidado. En lugar de aceptar la finitud y la dependencia como condiciones humanas, se las presenta como problemas que la técnica podrá resolver algún día. Esta lógica no solo deshumaniza, sino que desactiva la posibilidad misma de pensar una metafísica de la vulnerabilidad y el cuidado, porque sustituye el reconocimiento ontológico por la promesa tecnológica.

Hacia una metafísica de la vulnerabilidad y el cuidado

En un reciente trabajo sobre Trascendentales metafísicos, teleología y vulnerabilidad (Montoya Camacho, 2025), hemos argumentado que los trascendentales —ser, bondad, verdad, belleza— no son abstracciones lejanas, sino ritmos fundamentales de la realidad que se hacen patentes en experiencias humanas concretas. La maternidad es una de esas experiencias privilegiadas: en ella, el ser se manifiesta como don; la bondad, como cuidado; la verdad, como reconocimiento de la dependencia; y la belleza, como forma que atrae y revela.

Una metafísica de la vulnerabilidad y el cuidado debe partir de esta experiencia y desplegarse hacia las estructuras culturales y sociales. Significa reconocer que la dependencia no es algo que sucede “a algunos” en circunstancias especiales, sino una condición universal que atraviesa toda la existencia humana. Significa también que el cuidado no es un añadido moral, sino el tejido mismo sobre el que se construyen comunidades, economías y culturas.

Esto implica un cambio de mirada: dejar de pensar en términos de autonomía aislada y comenzar a pensar en términos de relacionalidad constitutiva. Significa que la política, la economía y la educación deben organizarse no en torno a ideales abstractos de autosuficiencia, sino en torno a la realidad concreta de cuerpos vulnerables que necesitan cuidado mutuo. Significa, en última instancia, recuperar los trascendentales como brújula: dejar que la belleza de las formas de cuidado ilumine la verdad de nuestra condición y oriente la acción hacia el bien común.

Conclusión

La maternidad no es solo un acontecimiento biográfico o social: es un umbral metafísico. En ella se revela, con claridad pocas veces igualada, la estructura trascendental de la existencia humana. La belleza, la bondad y la verdad se entrelazan en el acto de acoger y sostener la vida. Frente a una cultura que ha aprendido a encubrir lo esencial y a delegar en la técnica la tarea de negar la finitud, la maternidad nos devuelve al suelo firme de lo real.

Una metafísica de la vulnerabilidad y el cuidado no es un ejercicio especulativo reservado a especialistas. Es un gesto de lucidez cultural: reconocer que lo que sostiene nuestras vidas no son los grandes proyectos de autosuficiencia, sino los pequeños gestos cotidianos en los que se encarna la belleza del don. Es también una invitación política: reorganizar nuestras instituciones para que acompañen, y no contradigan, esta verdad fundamental. Y es, finalmente, una propuesta espiritual: volver a escuchar en la dependencia la voz original de la existencia humana.


Referencias

Balthasar, H. U. von. (1961). Herrlichkeit: Eine theologische Ästhetik. 1. Schau der Gestalt. Einsiedeln: Johannes Verlag.

Jackson, T. (2025). The Care Economy. Cambridge: Polity Press.

MacIntyre, A. (1981). After Virtue. Notre Dame, IN: University of Notre Dame Press.

MacIntyre, A. (1999). Dependent Rational Animals: Why Human Beings Need the Virtues. Chicago, IL: Open Court.

Montoya Camacho, J. M. (2025). Trascendentales metafísicos, teleología y vulnerabilidad: complementariedad antropológica de dos versiones de la unidad vital de los fines de la acción humana. Conocimiento y Acción, 2025, 3320.

Montoya Camacho, J. M., & Giménez Amaya, J. M. (2024). Corporalidad, tecnología y deseo de salvación: apuntes para una antropología de la vulnerabilidad. Madrid: Dykinson.

Montoya Camacho, J. M., & Giménez Amaya, J. M. (2025). Encubrimiento y verdad: algunos rasgos diagnósticos de la sociedad actual (2.ª ed.). Pamplona: EUNSA.

Sargeant, L. L. (2025). The Dignity of Dependence: A Feminist Manifesto. Notre Dame, IN: University of Notre Dame Press.


Jorge Martín Montoya Camacho es profesor en la Facultad Eclesiástica de Filosofía de la Universidad de Navarra. Le interesan los cruces entre metafísica, ética y cultura contemporánea, especialmente en torno a la vulnerabilidad y el cuidado.